EL
CHIUTA Y EL SUMACO
Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ĄOh milagro! El Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los árboles. El Chiuta en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre sobresalía de las aguas.
Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su nivel, el Chiuta a la par que ellas se iba haciendo cada vez más pequeńo, hasta que al final llegó a su tamańo normal, que es como lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios (papá Dios), solo se salvaron los indígenas que estuvieron en la cumbre del Chiuta.
Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente, se escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el Sumaco y las voces de alegría de los que estuvieron en el Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy pocos se atreven a subir.
EL CHIUTA Y EL SUMACO
Pero la risa les duró poco, pues el nivel de las aguas a medida que llovía subía inexorablemente, y cosa rara; ĄOh milagro! El Chiuta también crecía. No pasaron muchos días y desapareció el Sumaco, con todos los indígenas que estaban subidos en un gesto desesperado en las copas de los árboles. El Chiuta en cambio, se había convertido en un monte muy alto, tan alto que su cumbre sobresalía de las aguas.
Cuando por fin cesó de llover y las aguas empezaron a bajar su nivel, el Chiuta a la par que ellas se iba haciendo cada vez más pequeńo, hasta que al final llegó a su tamańo normal, que es como lo conocemos actualmente. Del castigo de yaya Dios (papá Dios), solo se salvaron los indígenas que estuvieron en la cumbre del Chiuta.
Se dice que en las noches cuando llueve torrencialmente, se escucha los lamentos de los indígenas que se ahogaron en el Sumaco y las voces de alegría de los que estuvieron en el Chiuta, un cerro donde habitan los espíritus y al que muy pocos se atreven a subir.
EL MATRIMONIO INDÍGENA O EL TAN TAN DEL
TAMBOR
Generalmente una boda indígena del mejor rango dura una semana, hasta que la chicha fermentada caliente, preparada en grandes cantidades se les agota, y durante todo este tiempo, el pequeńo tambor de cuero de mono, lanza al aire incesantemente su rítmico tan tan.
La costumbre tradicional obliga al novio buscar a la novia en la casa de sus padres, primero lo hace mediante padrinos y luego personalmente acompańado de su familia. Es entonces que tanto los padrinos como el novio y sus padres, se arrodillan ante el padre de la novia ponderando las cualidades personales del novio y sus bienes de fortuna; ofreciendo gallinas y aguardiente como regalo y prometiendo ser siempre considerados con ellos e invitarlos a su casa de vez en cuando.
El futuro suegro aparenta en primera instancia mucho enojo y le niega su hija al que la solicita, argumentando como disculpa que lo hace para evitar que la hija sufra, por todos los defectos que comúnmente tienen los de su raza. Pero finalmente y ante la insistencia y los regalos, normalmente accede a la petición y toma el aguardiente que le ofrecen en seńal de aceptación.
Al llegar el gran día de la boda, la novia es llevada por las mujeres a otra casa, donde se la viste y se la pinta a la usanza tradicional, de una forma muy especial. Mientras que el novio en su propia casa, es atendido por sus padrinos de igual forma; pues hasta ese momento ya han sido escogidos dos padrinos de boda, y otros dos que serán los padrinos del primer nińo que nazca.
Cuando un emisario avisa que la novia está lista, los padrinos del novio lo llevan a la casa de la novia para que la recoja y la lleve a su propia casa, en el trayecto de regreso se toca el tambor y el silbato y la gente baila.
Al llegar por fin a la casa donde se dará la fiesta de boda, un anfitrión seńala su sitio a cada invitado y en un lugar preferente ubica a los novios con sus respectivos padres. Hay una persona designada que habla a los invitados y hace de maestro de ceremonias; Dentro del ritual se expresan las palabras de saludo y bienvenida, los bailes, las ofrendas y también risas, según la jocosidad y habilidad de quien funge como maestro de ceremonias. Primero bailan sólo los novios, que más tarde son acompańados de sus padrinos, quienes los sujetan por la espalda acoplándose de esta manera al baile.
Finalizando el baile ceremonial, los novios sirven a sus parientes más cercanos en recipientes de mate llamados pilches, la chicha de yuca masticada que se ha dejado fermentar para la ocasión, y a continuación se invita a tomar a todos los invitados. Luego los presentes ofrecen los regalos a los novios.
Enseguida viene la comida, comida especial al estilo quichua, donde la carne de mono y de sajino son platos tradicionales; durante todo este tiempo el tan tan del tambor de cuero de mono no cesa de escucharse.
La duración de la fiesta depende tanto de lo que dure la carne, como la chicha y el aguardiente y durante ese tiempo a la novia, el novio y sus respectivos padres al igual que los padrinos se le sirven algunos platos especiales. Tanto el padrino como la madrina de boda no se separan ni un solo instante de los novios, donde ellos vayan los padrinos los acompańan. Al llegar la noche estos mismos padrinos se encargan de tender la cama donde se acostarán los novios. Mientras la fiesta continua los novios se acuestan bajo la atenta mirada de sus padrinos, quienes colocan un pequeńo muńeco de trapo en medio de los dos, el mismo que es retirado al amanecer del día siguiente, para ser entregado a los escogidos como padrinos del bautizo del primer nińo que tengan.
La ceremonia que acabamos de describir es en todos sus aspectos muy hermosa y llena de significados especiales, que sirven para reafirmar la herencia cultural de los pueblos indígenas.
EL PUNGARA URCO: LA CASA DEL
DIABLO
Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron los moradores del lugar para consultar a sus guias espitiruales, los brujos. El más anciano, pero también el más famoso de ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más, durante cuatro días bebieron esencia de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo en afirmar, que aquel peligroso lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado sobre un antiguo cementerio y que los supais (diablos) eran dueńos de ese territorio porque algunas almas les pertenecían.
Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los espíritus era necesario emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que además tenían que cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos) y cuatro canoas llenas de pescado ahumado. Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la tarea de exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno, acompańaba a las mujeres y a los nińos hasta el río y les mostraba las piedras negras, donde vivían los diablos.
Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del río; llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron que habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara Urco; recomendaron no bańarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en el río pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de haber dicho esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue para su comunidad.
Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna, una hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una chacra, el dueńo de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del Pungara Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar, encontraron varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los invitaban a perderse en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se supo nada más.
En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por desgracia se aventuran a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él, escuchan espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga insistentemente como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A veces por los potreros o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados, guatusas, sajinos y pavas del monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engańar. Estos animales son los diablos, que buscan tentar a los hombres para atraerlos al centro del Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás.
me encanta mucho
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