EL OSO DE LA PUERTA DEL VIENTO
Hace muchos, muchísimos ańos, antes de que los pumas sean encerrados
en las oscuras cavernas de la cordillera de Galeras, llegó del huayra pungo un
hermoso osezno de gran mansedumbre y cubierto de profundas heridas por todo su
cuerpo. El animalito buscó refugio en los matorrales cercanos al río, donde
queda actualmente la comunidad de Huayrayacu, esperando aparentemente que le
llegara la muerte.
Un joven indígena que bajó al río en busca de agua, escuchó los gemidos
lastimeros del desdichado oso y compadeciéndose del sufrimiento que tenía el
animal, lo recogió y con un gran esfuerzo lo llevó a su chacra para curarlo. Le
prodigó toda clase de cuidados, limpió las heridas y las desinfectó con sangre
de drago, que al mismo tiempo las hacía cicatrizar; lo alimentó con frutos de
la selva como pazos, pilón y chonta y de esta manera logró salvar la vida del
pequeńo oso, que a los dos meses de estar a su
lado, correteaba tras el indígena al que había identificado como su amo, sin
denotar siquiera el haber estado al borde de la muerte, demostraba tal
mansedumbre que la comunidad entera lo adoptó y lo convirtió en su mascota
preferida.
Lentamente pasó el tiempo y el oso creció llegando a medir en su edad adulta un
poco más de dos metros. El enorme oso tenía el carińo y el respeto de todos los habitantes de
ese sector. Cierto día y de forma inusual desapareció en la mańana
y cuando ya en la tarde la gente preocupada se estaba reuniendo para salir a
buscarlo, regresó casi al caer la noche con un enorme guatusa en el hocico, la
que depositó a los pies de los indígenas y con la que prepararon una suculenta
mazamorra. Esta extrańa
actividad del oso se volvió una rutina, justo en los momentos que la aldea
necesitaba más alimentos, pues estaban atravesando por una fuerte sequía; Es
como sí de repente, el enorme oso hubiera comprendido la gran necesidad por la
que pasaba la aldea y de esta forma les devolvía todo el carińo y cuidado, que recibió cuando pequeńo y
mal herido el joven indígena
se compadeció de su dolor. Increíblemente y por un misterioso milagro de la naturaleza, el gran oso se
había convertido de protegido en protector.
Pero en una de esas salidas el oso ya no regresó más, la gente desconsolada y
triste se preguntaba que podía haberle pasado, pues en esos tiempos se
comentaba que por las laderas del cerro huayra pungo (puerta del viento)
rondaba un enorme y sanguinario puma, en acecho constante de sus infortunadas
víctimas. Esta noticia y la pérdida de su oso protector, había hecho cundir el
miedo y el desaliento en los indígenas, que dejaban en las noches grandes
fogatas prendidas en la aldea, con el fin de ahuyentar al peligroso felino.
Una mańana el joven indígena que salvó al oso, salió a visitar a una chica de una aldea cercana; fue tan amena y dulce la
conversación, que el tiempo literalmente se fue junto
con las aves, que en vuelo cansino regresaban a buscar el refugio de sus árboles y nidos. La noche llegó oscura y llena de presagios; pese al
miedo y los peligros, el indígena decidió regresar a su aldea y por los
senderos de la selva avanzaba penosamente entre fangales y quebradas, de
pronto.... y cerrándole el paso apareció un inmenso puma. El joven indígena
quedó paralizado de miedo y a merced de las filudas garras y temibles colmillos
del felino asesino. Fueron apenas unos pocos segundo, que le parecieron siglos,
porque inmediatamente se proyectó una sombra gigantesca y una enorme mole negra
y peluda se interpuso entre él y el puma asesino. Era el oso.
Las dos bestias tensaron tendones y músculos y se lanzaron una contra otra casi
al unísono, enfrentándose en un mortal combate. Los gruńidos y zarpazos se confundían con el ruido de ramas quebradas y jadeos desesperados. No pasó mucho
tiempo y al final el enorme puma rodó con la garganta totalmente desgarrada. El
oso se acercó y recostó su enorme y sangrante cabeza sobre el hombro aún
tembloroso de su joven amo.
Regresaron juntos a la aldea hombre y bestia y el oso se convirtió desde aquel
día, en un guardián protector de esa comunidad. Hasta que después de muchos ańos y sintiéndose ya el oso viejo y enfermo se encaminó hacia el cerro de la puerta del viento y nadie ha vuelto a saber nada
de él.
LA HISTORIA DEL ARBOL DE SANGRE DE
DRAGO
Retrocediendo
en el tiempo llegamos hasta una hermosa y apartada región de la amazonía, donde
vive asentada una tranquila y prospera comunidad indígena, regida por un
anciano y sabio curaca (jefe), que tenía una bellísima hija llamada Sány. Todo
el mundo al verla le expresaba su admiración y carińo, pero a Sány no le importaba nada el sentimiento de
las personas, y nunca se la veía feliz, porque Sány jamás se enternecía por nada, ni sentía amor por nadie, por eso la conocían en
toda esa región, con el apelativo de “la que nunca llora”.
Cuando llegó el invierno a la comarca, llovió de forma tan intensa, que todos
los esteros y los ríos se desbordaron; las casas, los cultivos, los animales,
todos fueron arrasados, la gente sufría y lloraba mirando el desastre; solo
Sány se mantenía indiferente, sin derramar una sola lágrima.
Aquellos indígenas buenos, transidos por el dolor que les producía la
destrucción, que el fuerte temporal iba dejando a su paso, criticaban con
amargura la fría actitud de Sány: Mírala, no le importa nada decían unos.- Ni
siquiera le importa el llanto de los nińos decían otros.- Ella tiene la culpa de lo que
nos está pasando, los dioses la están castigando por no tener sentimientos,
decía la mayoría.
En eso la rucu huarmy (mujer anciana), la más sabia de las mujeres aseguró que
solo el llanto de Sány podría acabar con el vendaval, la lluvia y la terrible
situación por la que estaban pasando. Pero żcómo la haremos llorar? Dijeron unos. Yo creo
que ni ante la muerte de su padre lloraría, dijo otro. Todos los ancianos
estuvieron de acuerdo en que era necesario que Sány conociera el dolor, para
que su alma al fin se conmoviera.
Un nublado día mientras la muchacha caminaba por el bosque en dirección a su
tambo (casa), se le apareció una anciana y suplicante le dijo: Por favor
ayúdame a recoger ramas secas, pues tengo que calentar la choza donde está mi
nieto enfermo y tiritando de frío. Pero Sány apenas si la miró con indeferencia
y siguió su camino como si nada. Casi al instante se le apareció una joven
mujer con el nińo enfermo en los brazos y le dijo: Te lo
suplico, ayúdame a encontrar las hiervas que necesito para curar a mi hijo, y aunque
Sány sabía donde encontrar esas hiervas, no quiso ayudar a la joven y angustiada
madre, y siguió su camino imperturbable, sin siquiera volver la vista atrás.
Pero solo alcanzó a dar unos cuantos pasos, porque enseguida se oyó la voz de
la anciana que imploraba diciendo: Seńor, haz que esta mujer que no siente compasión por una abuela, ni por
una madre sufriendo, jamás sea abuela ni madre; haz que esta mujer que tanto dańo nos ha causado por no llorar, desde hoy
viva haciendo el bien a los demás con su llanto.
Sány al escuchar las palabras de la anciana se quedó paralizada de terror
y sintió como su cuerpo empezaba a sufrir extrańas transformaciones; vio como sus pies se
hundían en la tierra y les empezaban a crecer raíces; su cuerpo se comenzó a endurecer y a cubrirse de corteza como
un tronco; sus cabellos crecieron y engrosándose se expandieron como las ramas
de un árbol. Al finalizar la extrańa metamorfosis, Sány se había convertido en el árbol de Sangre de Drago.
Desde entonces la selva se pobló de esta nueva especie medicinal, el árbol de Sangre de Drago, al que hay que
hacerle sentir dolor cortándole la corteza, para que llore por la herida y
beneficie a las personas con sus lágrimas; lágrimas buenas para curar heridas,
quemaduras, ulceras etc. De esta manera el alma de Sány atrapada en el árbol,
ayuda a mitigar el dolor de los demás.
EL ARBOL DE LA ABUNDANCIA
Hace muchos, pero muchísimos ańos, los gemelos indígemas Cuillor y Ducero fueron de visita al tambo de su amigo Mangla para
solicitarle comida. La Amazonía
estaba soportando una prolongada ausencia de lluvias y las chacras en su
mayoría se habían arruinado. Cuando llegaron donde Mangla, éste les brindó
chicha de yuca y también de chonta, durante el tiempo que duró la conversación
entre ellos, los gemelos se dieron cuenta que en una esquina de la casa había
unas escamas de pescado, que por su tamańo hacían presumir cuan grande había
sido el pez al que se las habían
quitado; indagaron a su amigo el lugar donde el pescaba y Mangla les indicó que en una cocha cercana (poza, laguna) y los invitó a que participen ishInca (trampa de canuto en forma de embudo) en mano,
en esta actividad.
Cuando llegaron a la cocha, a pesar de que estuvieron varias horas tratando de
capturar una pieza, no lograron nada; Cuillor y ducero, agarraron a su amigo y
bajo amenaza de propinarle una descomunal paliza ´por mentiroso, lograron que
les declare la verdad. Arrepentido de su embuste Mangla les contó que por la
cordillera de los Guacamayos, crecía un árbol tan grueso y gigantesco, que en
su copa albergaba una gran laguna poblada de una gran variedad de peces, aves y
animales. Los hermanos siguieron presionando a su amigo, para que los lleve
hasta el lugar exacto donde crecía el maravilloso árbol.
Una vez que se pusieron de acuerdo, Mangla y los gemelos iniciaron la larga
marcha. Avanzaron por senderos de animales, sortearon pantanos y se toparon con
una impresionante boa de 15 metros de longitud que se encontraba dormida,
tratando de digerir el venado adulto que le había servido de alimento.
Manchones de cańa
guadua, pintaban de amarillo y verde el paisaje ante sus ojos, el frío se fue
haciendo gradualmente más intenso, de tal forma que les calaba los huesos y por
fin en un extenso claro de la selva, llegaron al sitio donde se erguía el
descomunal árbol.
Los gemelos y su amigo ayunaron durante tres días con sus respectivas noches,
con el propósito de descubrir la forma de derribar el varias veces milenario
árbol. Tomaron una porción de la alucinante ayahuasca (planta alucinógena) y
nada malo vieron en su viaje hacia las fronteras de lo misterioso y sobrenatural.
Cuando salieron del trance en que los sumió la ayahuasca, pidieron ayuda a los
animales y los insectos para que los ayudaran a derribar el portentoso árbol:
guatusas, ardillas, pájaros carpinteros, comejenes, abejorros, etc. trabajaron
hasta el agotamiento, en largas jornadas de sol a sol; los turnos eran seguidos
y sin períodos de descanso y al final, el tronco fue limpiamente cortado pero
el gigantesco árbol no caía.
Un hermoso halcón que por allí pasaba se acercó a uno de los gemelos y le dijo
al oído que el misterio no estaba abajo en el tronco, sino arriba en la copa;
luego de que pasó esta información el halcón se alejó raudamente lanzando al
aire su grito de combate y dejando tras de sí una estela dorada. El gemelo ante
esta revelación tomó una pócima de hojas y raíces y acompańándola
de unas cuantas palabras mágicas
quedó convertido en ardilla. Ágilmente trepó hasta la copa del gigantesco árbol y quedó gratamente sorprendido, ante la vista de
una enorme y hermosa laguna, de agua pura y cristalina con islotes llenos de
animales y aves.
En el centro de la laguna y del islote más grande, un colosal bejuco subía
verticalmente hacia el infinito; él era la razón por la que el árbol no caía.
Inmediatamente la ardilla se lanzó al agua y nadando ágil y rápidamente llegó
hasta el islote donde estaba el bejuco y con un gran esfuerzo lo cortó con sus
afilados dientes.
El milenario árbol haciendo un ruido monstruoso cayó derribado al suelo, el
agua de la gran laguna se esparció por doquier y los peces nadaron en los
arroyos que se formaron buscando un cause permanente. Todas las especies de
animales y aves que poblaban la laguna se refugiaron en la selva y el torrente
de agua llegó hasta los ríos, volviéndolos más anchos y navegables. Los únicos
que no pudieron disfrutar de esta nueva abundancia, fueron los gemelos Cuillor,
Ducero y su amigo Mangla, pues murieron aplastados por unas enormes rocas
negras que saltaron del fondo de la laguna, en el momento en que el gigantesco
árbol al ser derribado impactó contra la tierra.
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Jaja
ResponderEliminarHola